Para dar a conocer un arte marcial, siempre el investigador parte haciendo un análisis histórico, geográfico, tratando de ubicar al lector en un período del tiempo que produzca esa sensación de añosidad y perduración. Hay raíces que marcan la fisonomía de un pueblo y es evidente que una de estas raíces es el arte marcial.
Corea tiene enquistada en su tierra el paso del tiempo. Sus muestras más llamativas son las rarezas arqueológicas, los grabados en sus cavernas y la herencia de una raza gentil, humilde, pero guerrera.
Imagen captada de la película «Musa» del año 2001
Es desde el río Han, de las montañas del Este y de las múltiples guerras donde se escribieron los primeros pasos de estrategia. Aquí nace el ingenio y las castas guerreras. El paso de la “juventud floreciente” o “Hwa rangs”, hace enaltecer el orgullo militar de los tres reinos, de Corea antigua y sus pendones cruzan la península logrando así el sueño del reino unificado.
El código del combatiente es regido por el prestigioso “MojaedobodongJi”, algo parecido al manual de caballería usado por los monjes cruzados, en la Europa Medieval y genialmente interpretado por “Don Quijote” en el sueño de Cervantes. Dibujos, conceptos, uso de armas, estrategia, lucha cuerpo a cuerpo, dan forma a la experiencia marcial y al brillo del “samul-abi” o guerrero profesional.
Los años y los siglos no detienen al destino y la vida marcial pasa por momentos de esplendor y también de oscurantismo.
La era Choson del siglo XIX marca el final de una etapa, que venía marcada por el intelectualismo del período Shilla. Los guerreros, mueren de ocio y poco a poco su forma de vida se va apagando, como el carbón del rescoldo. Solo queda un destello en las clases elíticas y las religiosas.
El Sol Naciente de Japón, apunta sus rayos hacia el mundo y trastoca el sonido ancestral de sus vecinos más inmediatos. El fulgor de la “Katana” opaca la más mínima resistencia de estos pueblos y se intenta eliminar hasta el idioma. La pesadilla del invasor, solo termina al firmarse el admisticio de 1945, donde queda solo el temor a un futuro incierto y las ganas de sobrevivir.
De este último proceso, el arte marcial sale a superficie con timidez y producto de las influencias foráneas, hay transición, hay desconcierto y poca nitidez para ver el futuro. De aquí en adelante comienza a regir el reloj de arena.
Todas las páginas web del mundo hablan del inicio. El nombre de “CHOI YON SUL” es una leyenda y de su sacrificio y pericia técnica, se vuelven a renovar los antiguos votos marciales de la península Coreana. Renace el HAPKIDO, renacen las artes militares, renacen las artes marciales y también las derivaciones deportivas. Hapkido es uno de estos caminos para volver a transitar y descubrir su riqueza espiritual y técnica.
Surgen líderes que marcan sus territorios y dictan sus propuestas. De aquí nacen las diferentes Federaciones de Hapkido. La Korea Hapkido, Korea Hapkido Federation, la KIDO, la World Hapkido Games Federation, la HoeJongMoosool Federation, Internacional Hapkido, Hankido, Hankumdo Federation (IHF o HKD), todas ellas, basan su estructura en hormigón compacto y homogéneo, hecho en un mismo cemento. Pero van a variar en la arquitectura.
La HKD Federation liderada por el Gran Maestro Myong Jae Nam ( Kook Sa Nim), es una de las federaciones que decidió armar en esta estructura similar, un edificio netamente antiguo y tradicional, donde se asimila el arte de combatir en una dimensión global, partiendo por el uso del cuerpo y de las armas como un todo, siguiendo el camino de las reglas naturales del universo. Un camino que integra cultura, a través del lenguaje y escritura de Corea y corazón heredado de los principios rescatados de las artes nobles de combate.
HANKIDO es el producto final de la búsqueda de, un gran maestro visionario que plasmó la ilusión de un pueblo en un gran ARTE MARCIAL.
Por Alberto Gamboa
Discípulo Directo de Myong Jae Nam Kuksanim
Director de Hankido Chile